Un conductor político es aquel que se consolida en el arte de conducir acompañado de la gente y no arriándola. Es aquel que contiene a su tropa y no el que la destrata, es el que trabaja para el conjunto no para un sector, es el que en el discenso busca el consenso.
Un conductor político es aquel que pone los esfuerzos en el proyecto de todos y no los esfuerzos de todos para su proyecto personal.
Un conductor político no necesita que todos lo alaben, y demuestra su debilidad cuando sus conducidos obedecen bajo el temor.
Muchos dirigentes piensan que conducen, pero muestran su raquitismo político en la constante demostración de poder sin saber ejercerlo. No son conductores aquellos que dividen porque carecen de la virtud natural de unir.
Un conductor político sienta en su mesa a los que piensan distinto, porque necesita escucharlos y convencerlos; mientras otros aíslan y ningunean, porque carecen de templanza para escuchar opiniones distintas.
Un estadista del siglo xx decía: "un conductor político nace y eso lo diferencia del resto, después se puede perfeccionar pero no hay una escuela que pueda ensenar como se hace un conductor político."
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